Caso #4 – Interferencia

Este caso es la experiencia de un locutor de radio. Su identidad permanecerá en secreto por su propia petición.

No es siempre que un caso de este estilo ocurre frente a tantos testigos, en este caso radioescuchas, pero donde las personas presenciando los hechos no se percatan de lo que en verdad sucede.

Todo comenzó aquél lejano 9 de julio de 2007, la famosa nevada de Buenos Aires. En realidad, unas horas antes. El locutor anunciaba la temperatura y comentaba sobre algunos meteorólogos anunciando la posibilidad de nevadas así como otros decían que no había que tener esperanzas de que ese evento ocurriese.

Ese lejano Día de la Independencia, una interferencia afectó la transmisión del programa. Nadie se percató de nada, fueron unos segundos de psssst, y la transmisión regresó tan rápidamente como se había ido. Pero lo que ocurrió en esos segundos es la evidencia de que el tiempo no es lo que damos por sentado. No puedo confirmar que las líneas que prosiguen sean reales o una simple alucinación de una mente perturbada, pero tampoco puedo negarlo.

El locutor sintió la interferencia con fuerza y debió quitarse sus audífonos. Fuera de la cabina de transmisión no había nadie, y él se sintió atrapado en una pecera. Fue en ese momento cuando una voz grave, gutural y casi inhumana, se hizo presente en los parlantes de la cabina, dirigiéndose directamente a él. Era un lenguaje extraño, por lo que no entendió nada, pero si pudo “percibir” el significado de las palabras. “Iä! Iä! Azathoth” escuchó, y luego sonidos que apenas parecían palabras.

Se levantó lentamente y dio un suave golpe a los parlantes, como si esas cosas funcionaran, y al comprobar que la transmisión continuaba, observó nuevamente a través del vidrio de la cabina. Al ver que continuaba solo, tomó el teléfono y se dispuso a hacer un llamado pero la línea estaba cortada. Extrañado, y levemente asustado ante la extraña situación, se abalanzó sobre el micrófono y comenzó a hablar a sus seguidores. Tal vez alguien supiera algo… Pero sus palabras, regresadas a través de los auriculares para monitorear, comenzó a reproducir los extraños sonidos que escuchaba por los parlantes… ¡pero con su voz! Permaneció en silencio, y los auriculares también. Dijo “¿Hola?”, y los auriculares reprodujeron nuevamente un sonido irreconocible. Se quitó los auriculares nuevamente, lanzándolos del susto. Se acercó a la puerta de la cabina e intentó abrirla, pero estaba cerrada.

Casi al borde de un ataque de nervios, aunque pensando sería una broma de MUY mal gusto por parte de sus compañeros, comenzó a lanzarse contra la puerta pero debió detenerse cuando se dislocó el hombro.

Observó el reloj digital sobre el escritorio… estaba titilando y fuera de horario. Marcaba las 12:00.

Finalmente, las luces se apagaron y los parlantes quedaron en silencio. El locutor se vio totalmente a oscuras, y en silencio, atrapado en la cabina. Del otro lado del vidrio, comenzó a percibir una especie de humo pero a su vez era viscoso, y era de un color que no pudo identificar con claridad: a veces parecía verde, a veces fucsia… No era que el color cambiaba, era su propia percepción del mismo la que no podía distinguirlo “como cierta foto del vestido” me dijo, recordando la posterior y viral imagen del vestido azul o dorado. Esa “sustancia”, entre gaseosa y viscosa, se movía inundando todo alrededor de la cabina. Fue en ese momento que decidió no intentar romper el vidrio para salir. Comenzó a gritar, pidiendo ayuda.

De repente, la luz regresó. El reloj digital marcaba la misma hora que antes de que comenzara todo, fuera del vidrio estaban sus compañeros realizando sus tareas, los auriculares solo reproducían su respiración agitada (escuchada también por los radioescuchas), y los parlantes de la cabina ya no reproducían ese aterrado “Iä! Iä!” y palabras inhumanas. Rápidamente tomó el micrófono y continuó su narración como si nada hubiera ocurrido, pero colocó una canción y, visiblemente alterado, llamó a sus compañeros que, al verlo con el hombro colgando fuera de su lugar, se alertaron.

Nadie allí presente recuerda nada de lo explicado recientemente, y los escépticos explican que la interferencia se debió a cuestiones meteorológicas y un brote psicótico por parte del locutor; la única “prueba” que el locutor tiene de este terrible relato, es su reloj de muñeca. El mismo, siendo analógico, no se vio afectado como el digital sobre su escritorio, y hasta el día de hoy (más de 20 años después y sin cambiar la batería) no volvió a usarlo. ¿La hora? Incluso en este momento, marca 33 minutos más adelantado que cualquier otro reloj. Evidencia fácilmente producible y por tanto no conclusiva. ¿Pero cómo explicar que nadie fuera de esa cabina haya percibido nada en el comportamiento del locutor? Si se limitó solamente a algo dentro de su cabeza, ¿cómo explicar la interferencia? ¿Y su hombro salido de lugar? ¿Acaso la interferencia generó un efecto psicótico en su mente? Los estudios médicos y psicológicos a los que se sometió resultaron normales. Y nuevas exposiciones a interferencias no generaron ningún efecto.

Investigando este caso, no puedo dar una respuesta conclusiva sobre el evento en sí, pero si el locutor realmente pasó por esa terrible experiencia, el mundo fuera de esa cabina perdió 33 minutos, y lo percibimos con una interferencia de breves segundos. Breves segundos que bastaron para que un secreto grupo de fanáticos, intentaran despertar a un terrible ser cuya existencia contiene al mismísimo universo. Los sectarios de creencias primigenias no son algo nuevo y ciertamente existen, a diferencia de sus incomprobables deidades. ¿Qué habría pasado si esta deidad fuese real y hubiese reaccionado? Según expertos de lo oculto que entrevisté en la Biblioteca Nacional situada en Buenos Aires donde una copia del misterioso Necronomicón está oculta, la propia existencia habría acabado, por lo que podemos deducir que estos sectarios, al menos por ahora han fracasado. Y es que si lo intentaron una vez, podemos dar por sentado que lo harán de nuevo. Sólo puedo esperar que, nuevamente, Azathoth continúe indiferente ante la existencia de la humanidad.

Caso: Cerrado…

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